miércoles, 28 de mayo de 2014

SAN JUAN DE LA CRUZ

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San Juan de la Cruz (1542-1591), poeta místico más puro y de expresión poética más intensa de la literatura española.

Nació en Fontiveros (Ávila) y su nombre original era Juan de Yepes. Estudió en la Compañía de Jesús, pero ingresó en la Orden de los carmelitas en 1563, y cursó estudios en la Universidad de Salamanca hasta que fue ordenado sacerdote en 1567.

Su compatriota, Teresa de Jesús, le integró en el movimiento reformador iniciado por ella, y editó sus obras. En 1568, Juan de la Cruz fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, los cuales insistían en la contemplación y la austeridad extremas.

Sus intentos de reforma monástica, y su actividad incansable como propagandista, le hicieron sufrir prisión en Toledo, en 1577, durante la cual compuso, según la tradición, los versos del Cántico espiritual y algún otro poema. Al igual que Santa Teresa, tuvo que sobreponerse, a fuerza de voluntad, a la debilidad física de una naturaleza enfermiza, agravada por los extremos ayunos.

Huyó de la cárcel y se refugió en un monasterio. Posteriormente continuó la obra de la Reforma carmelitana, fundando diversos conventos.

En 1584 inauguró el convento de Granada, y terminó el Cántico espiritual y la Subida del Monte Carmelo, y escribió la Noche oscura del alma y la Llama de amor viva, que constituyen toda su obra.

Los últimos años de su vida fueron los más apacibles, entregado, después de las batallas de la juventud, a la soledad. En ella se hallaba muy bien, según escribe, cuando murió en Úbeda en 1591. Canonizado en 1726, y declarado doctor de la iglesia en 1926, es, sin la menor duda, el poeta místico más importante de la lengua española.

A diferencia de otros místicos, vida y obra están disociadas en él, pues se ocupó exclusivamente de su experiencia interior, sin que aparezca lo personal.

En su poesía aparece reflejado lo sensible en imágenes luminosas que transforman la naturaleza en símbolo, con objeto de comunicar una experiencia espiritual casi inenarrable. Consigue así un misterio verbal inconmensurable por medio de unas liras inconexas y unas imágenes delirantes que dejan al lector tan confundido como lo estaba su autor, que con este procedimiento transmite eficazmente los estados de arrobamiento místico.

Para hacer más comprensibles sus versos, Juan de la Cruz añade algunos comentarios en prosa que le convierten en uno de los teóricos del misticismo más importantes.

Su poesía se centra en la reconciliación de los seres humanos con Dios a través de una serie de pasos místicos que se inician con la renuncia a las distracciones del mundo.

Consta tan sólo de tres poemas cortos que, en ocasiones, alcanzan la perfección al concentrar, con la máxima espiritualidad, la vehemencia erótica de un amor inefable. De hecho, con objeto de espiritualizar el mundo sensible, Juan de la Cruz llega a extremos donde necesita recurrir a imágenes de una sensualidad ardiente.

La crítica ha destacado, además, la unión que realiza de dos tradiciones, una bíblica y otra italiana que le llega a través de Garcilaso de la Vega. También se ha señalado la riqueza y variedad de su léxico, sorprendente dentro de una obra tan breve, pero que explota a fondo las posibilidades de fervor religioso y estético que inspira el misticismo español, al que lleva a cumbres inalcanzables.

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sábado, 24 de mayo de 2014

CÁNTICO DEL HERMANO SOL


CÁNTICO DEL HERMANO SOL
ALABANZAS DE LAS CRIATURAS

1 Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.

2 A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.

3 Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.

4 Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

5 Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.

6 Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,
y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,
por el cual a tus criaturas das sustento.

7 Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.

8 Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.

9 Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

10 Loado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor,
y soportan enfermedad y tribulación.

11 Bienaventurados aquellos que las soporten en paz,
porque por ti, Altísimo, coronados serán.

12 Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

13 ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!:
bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad,
porque la muerte segunda no les hará mal.

14 Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.


San Francisco de Asís


miércoles, 7 de mayo de 2014

ALABANZAS DEL DIOS ALTÍSIMO



ALABANZAS DEL DIOS ALTÍSIMO
1 Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas.

2 Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres altísimo, tú eres rey omnipotente, tú, Padre santo, rey del cielo y de la tierra.

3 Tú eres trino y uno, Señor Dios de dioses, tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero.

4 Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú eres mansedumbre, tú eres seguridad, tú eres quietud, tú eres gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría, tú eres justicia, tú eres templanza, tú eres toda nuestra riqueza a satisfacción.

5 Tú eres belleza, tú eres mansedumbre; tú eres protector, tú eres custodio y defensor nuestro; tú eres fortaleza, tú eres refrigerio.

6 Tú eres esperanza nuestra, tú eres fe nuestra, tú eres caridad nuestra, tú eres toda dulzura nuestra, tú eres vida eterna nuestra:

Grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador.

San Francisco de Asís

DESPRECIO DE TODAS LA VANIDADES DEL MUNDO



 IMITACIÓN DE CRISTO 
 DESPRECIO DE TODAS LAS VANIDADES DEL MUNDO
 
.....Quien me sigue no anda en tinieblas (Jn., 8, 12), dice el Señor.
Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos amonesta que imitemos su vida y costumbres, si queremos verdaderamente ser alumbrados y libres de toda la ceguedad del corazón. Sea, pues, nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo. La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos, y el que tuviese espíritu hallará en ella maná escondido.

1.  Mas acaece que muchos, aunque a, menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quiera entender plenamente y saborear las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con Él toda su vida.

2. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios Vanidad de vanidades y todo vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales.

3. Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar, que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se paso: y no buscar con solicitud el gozo perdurable.


4. Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: No se harta la vista de ver ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible, porque los que siguen su sensualidad manchan su conciencia, y pierden la gracia de Dios.

Tomas de Kempis