miércoles, 21 de enero de 2015

MEDITACIÓN PARA EL LUNES



Este día podrás entender en la memoria de los pecados, y en el conocimiento de ti mismo, para que en lo uno veas cuántos males tienes, y en lo otro cómo ningún bien tienes que no sea de Dios, que es el medio por donde se alcanza la humildad, madre de todas las virtudes.

Para esto debes primero pensar en la muchedumbre de los pecados de la vida pasada, especialmente en aquellos que hiciste en el tiempo que menos conocías a Dios. 

Porque si lo sabes bien mirar, hallarás que se han multiplicado sobre los cabellos de tu cabeza, y que viviste en aquel tiempo como un gentil, que no sabe qué cosa es Dios. Discurre, pues, brevemente por todos los diez mandamientos y por los siete pecados mortales, y verás que ninguno de ellos hay en que no hayas caído muchas veces, por obra o por palabra o pensamiento.

Lo segundo, discurre por todos los beneficios divinos, y por los tiempos de la vida pasada, y mira en qué los has empleado; pues de todos ellos has de dar cuenta a Dios. 

Pues dime ahora, ¿en qué gastaste la niñez? ¿En qué la mocedad? ¿En qué la juventud? ¿En qué, finalmente, todos los días de la vida pasada? 

¿En qué ocupaste los sentidos corporales y las potencias del ánima que Dios te dio para que lo conocieses y sirvieses? 

¿En qué se emplearon tus ojos, sino en ver la vanidad? 

¿En qué tus oídos, sino en oír la mentira, y en qué tu lengua, sino en mil maneras de juramentos y murmuraciones, y en qué tu gusto, y tu oler, y tu tocar, sino en regalos y blanduras sensuales?

¿Cómo te aprovechaste de los Santos Sacramentos, que Dios ordenó para tu remedio? ¿Cómo le diste gracias por sus beneficios?

¿Cómo respondiste a sus inspiraciones? ¿En qué empleaste la salud y las fuerzas, y las habilidades de la naturaleza, y los bienes que dicen de fortuna, y los aparejos y oportunidades para bien vivir? 

¿Qué cuidado tuviste de tu prójimo, que Dios te encomendó, y de aquellas obras de misericordia que te señaló para con él? ¿Pues qué responderás en aquel día de la cuenta, cuando Dios te diga (Lc.16,2): Dame cuenta de tu mayordomía, y de la cuenta que te entregué; porque ya no quiero que trates más en ella? ¡Oh árbol seco y aparejado para los tormentos eternos! ¿Qué responderás en aquel día, cuanto te pidan cuenta de todo el tiempo de tu vida y de todos los puntos y momentos de ella?

Lo tercero, piensa en los pecados que has hecho y haces cada día, después que abriste más los ojos al conocimiento de Dios, y hallarás que todavía vive en ti Adán con muchas de las raíces y costumbres antiguas. 

Mira cuán desacatado eres para con Dios, cuán ingrato a sus beneficios, cuán rebelde a sus inspiraciones, cuán perezoso para las cosas de su servicio, las cuales nunca haces ni con aquella presteza y diligencia, ni con aquella pureza de intención que debías, sino por otros respetos e intereses del mundo. 

Considera cuán duro eres para con el prójimo, y cuán piadoso para contigo, cuán amigo de tu propia voluntad, y de tu carne, y de tu honra, y de todos tus intereses. 

Mira cómo todavía eres soberbio, ambicioso, airado, súbito, vanaglorioso, envidioso, malicioso, regalado, mudable, liviano, sensual, amigo de tus recreaciones y conversaciones y risas y parlerías. 

Mira cuán inconstante eres en los buenos propósitos, cuán inconsiderado en tus palabras, cuán desproveído en tus obras, y cuán cobarde y pusilánime para cualesquier graves negocios. 

Lo cuarto, considera ya por este orden la muchedumbre de tus pecados, considera luego la gravedad de ellos, para que veas cómo por todas partes es crecida tu miseria. 

Para lo cual debes primeramente considerar estas tres circunstancias en los pecados de la vida pasada, conviene a saber: 

Contra quién pecaste, por qué pecaste y en qué manera pecaste. 

Si miras contra quién pecaste, hallarás que pecaste contra Dios, cuya bondad y majestad es infinita, y cuyos beneficios y misericordias para con el hombre sobrepujan las arenas del mar; mas, 

¿por qué causa pecaste? Por un punto de honra, por un deleite de bestias, por un cabello de interés y muchas veces sin interés; por sola costumbre y desprecio de Dios. Mas 

¿en qué manera pecaste? Con tanta facilidad, con tanto atrevimiento, tan sin escrúpulo, tan sin temor y a veces con tanta facilidad y contentamiento, como si pecaras contra un Dios de palo, que ni sabe ni ve lo que pasa en el mundo. 

¿Pues ésta era la honra que se debía a tan alta majestad? ¿Éste es el agradecimiento de tantos beneficios? ¿Así se paga aquella sangre preciosa que se derramó en la Cruz, y aquellos azotes y bofetadas que se recibieron por ti? 

¡Oh miserable de ti por lo que perdiste, y mucho más por lo que hiciste, y muy mucho más si con todo esto no sientes tu perdición! 

Después de esto, es cosa de grandísimo provecho detener un poco los ojos de la consideración en pensar tu nada; esto es, cómo de tu parte no tienes otra cosa más que nada y pecado, y cómo todo lo demás es de Dios; porque claro está que así los bienes de naturaleza como los de gracia (que son los mayores), son todos suyos; porque suya es la gracia de la predestinación (que es la fuente de todas las otras gracias), y suya la de la vocación, y suya la gracia concomitante, y suya la gracia de la perseverancia, y su a gracia de la vida eterna. 

Pues ¿qué tienes, de qué te puedes gloriar, sino de nada, y pecado?

Reposa, pues, un poco en la consideración de esa nada, y pon esto sólo a tu cuenta, y todo lo demás a la de Dios, para que clara, y palpablemente veas quién eres tú y quién es El; cuán pobre tú y cuán rico El, y, por consiguiente, cuán poco debes confiar en ti y estimar a ti, y cuánto confiar en El, amar a Él y gloriarte en Él. 

Pues consideradas todas estas cosas arriba dichas, siente de ti lo más bajamente que te sea posible. Piensa que no eres más que una cañavera, que se muda a todos vientos, sin peso, sin virtud, sin firmeza, sin estabilidad y sin ninguna manera de ser. 

Piensa que eres un Lázaro de cuatro días muerto, y un cuerpo hediondo y abominable, lleno de gusanos, que todos cuantos pasan se tapan las narices y los ojos para no verlo. 

Parézcate que de esta manera hiedes delante de Dios y de sus ángeles, y tente por indigno de alzar los ojos al cielo, y de que te sustente la tierra, y de que te sirvan las criaturas, y del mismo pan que comes y del aire que recibes. 

Derríbate con aquella pública pecadora a los pies del Salvador, y cubierta tu cara de confusión con aquella vergüenza que padecería una mujer delante de su marido cuando le hubiese hecho traición, y con mucho dolor y arrepentimiento de tu corazón pídele perdón de tus yerros, y que por su infinita piedad y misericordia haya por bien volverte a recibir en su casa. 



Tratado de oración y meditación. 
Cap. II 1 
San Pedro de Alcántara.



sábado, 17 de enero de 2015

QUÉ COSA SEA DEVOCIÓN



El mayor trabajo que padecen las personas que se dan a la oración es la falta de devoción que muchas veces en ella sienten; porque cuando ésta no falta, ninguna cosa hay más dulce ni más fácil que orar. Por esta razón (ya que habemos tratado de la materia de la oración y del modo que en ella se podrá tener), será bien tratemos ahora de las cosas que ayudan a la devoción y también de las que las impiden, y de las tentaciones más comunes de las personas devotas.


Y de algunos avisos que para este ejercicio serán necesarios. Mas primero hará mucho al caso declarar qué cosa sea devoción, porque sepamos antes qué tal sea la joya porque militamos. 

Devoción, dice Santo Tomás, es una virtud, la cual hace al hombre pronto y hábil para toda virtud y le despierta y facilita para el bien obrar. La cual definición manifiestamente declara la necesidad y utilidad grande de esta virtud, porque en ella está encerrado más de lo que algunos pueden pensar.

Para lo cual es de saber que el mayor impedimento que tenemos para bien vivir es la corrupción de la naturaleza que nos vino por el pecado, de la cual procede una grande inclinación que tenemos para el mal y una grande dificultad y pesadumbre para el bien; estas dos cosas nos hacen dificultosísimo el camino de la virtud, siendo ella de suyo la cosa más dulce, más hermosa, más amable, más honrosa del mundo. 

Pues contra esa dificultad y pesadumbre proveyó la Divina Sabiduría de convenientísimo remedio, que es la virtud y socorro de la devoción; porque así como el viento cierzo esparce las nubes y deja el cielo sereno y descombrado, así la verdadera devoción sacude de nuestra ánima toda esta pesadumbre y dificultad, y la deja por entonces habilitada y desembarazada para todo bien, porque esta virtud es de tal manera virtud, que también es un especial don del Espíritu Santo, un rocío del cielo, un socorro y visitación de Dios alcanzado por la oración, cuya condición es pelear contra esta dificultad y pesadumbre, despedir esta tibieza, dar esta prontitud, henchir el ánima de buenos deseos, alumbrar el entendimiento, esforzar la voluntad, encender el amor de Dios, apagar las llamas de los malos deseos, causar hastío del mundo y aborrecimiento del pecado, y de dar al hombre por entonces otro fervor, otro espíritu y otro esfuerzo y aliento para bien obrar. 

De manera, que así como Sansón, cuando tenía cabellos, tenía mayores fuerzas que todos los otros hombres del mundo y, cuando éstos le faltaban, era tan flaco como todos los otros, así lo es también el ánima del cristiano, cuando tiene esta devoción; y cuando flaca, no la tiene. 

Esto es, pues, lo que Santo Tomás quiso significar en aquella definición, y ésta es sin duda la mayor alabanza que se puede decir de esta virtud, que siendo una sola, es como un estímulo y aguijón de todas las otras; y por esto, el que de verdad desea caminar por el camino de las virtudes, no vaya sin estas espuelas, porque nunca podrá sacar de harona a su mala bestia, si va sin ellas.

De lo dicho parece claro qué cosa sea la verdadera y esencial devoción: porque no es devoción aquella ternura de corazón o consolación que sienten algunas veces los que oran, sino esta prontitud y aliento para bien obrar, de donde muchas veces acaece hallarse lo uno sin lo otro, cuando el Señor quiere probar los suyos. 

Verdad es que de esta devoción y prontitud muchas veces nace aquella consolación; y, por el contrario, esta misma consolación y gusto espiritual acrecienta la devoción esencial, que es aquella prontitud y aliento para bien obrar. 

Y por esta causa los siervos de Dios pueden, con mucha razón, desear y pedir estas alegrías y consolaciones, no por el gusto que en ellas hay, sino porque son causa de acrecentamiento de esta devoción que nos habilita para bien obrar, como lo significó el Profeta cuando dijo (Ps.118,32): 

Por el camino de los mandamientos, Señor, corrí, cuando dilataste mi corazón; conviene saber, con la alegría de tu consolación, que fue causa de esta ligereza. 



Pues de los medios por do se alcanza esta devoción, pretendemos ahora aquí tratar, y porque con esta virtud andan juntas todas las otras que tienen especial familiaridad con Dios, por eso tratar de los medios por do se alcanza la perfecta oración y contemplación, y las consolaciones del Espíritu Santo, y el amor de Dios y la sabiduría del cielo, y aquella unión de nuestro espíritu con Dios, que es el fin de toda la vida espiritual y es, finalmente, tratar de los medios por donde se alcanza el mismo Dios en esta vida, que es aquel tesoro del Evangelio y aquella preciosa margarita por cuya posesión el sabio mercader alegremente se deshizo de todas las cosas. 

Por donde parece que ésta es una altísima Teología, pues aquí se enseña el camino para el sumo bien, y paso por paso se arma una escalera para alcanzar el fruto de la felicidad, según que en esta vida se puede alcanzar.


Tratado de oración y meditación.
Cap. I
San Pedro de Alcántara.


viernes, 16 de enero de 2015

DEL FRUTO QUE SE SACA DE LA ORACIÓN Y MEDITACIÓN





Porque este tratado breve habla de oración y meditación, será bien decir en pocas palabras el fruto que de este santo ejercicio se puede sacar, porque con más alegre corazón se ofrezcan los hombres a él. 

Notoria cosa es que uno de los mayores impedimentos que el hombre tiene para alcanzar su última felicidad y bienaventuranza, es la mala inclinación de su corazón, y la dificultad y pesadumbre que tiene para bien obrar; porque a no estar ésta de por medio, facilísima cosa le sería correr por el camino de las virtudes y alcanzar el fin para que fue criado.

Por lo cual dijo el Apóstol (Rom.7,23): Huélgome con la ley de Dios, según el hombre interior; pero siento otra ley e inclinación en mis miembros, que contradice a la ley de mi espíritu. Y me lleva tras sí cautivo a la ley del pecado. 

Ésta es, pues, la causa más universal que hay de todo nuestro mal. Pues para quitar esta pesadumbre y dificultad y facilitar este negocio, una de las cosas que más aprovechan es la devoción. 

Porque (como dice Santo Tomás) no es otra cosa devoción sinos una prontitud y ligereza para bien obrar, la cual despide de nuestra ánima toda esa dificultad y pesadum y nos hace prontos y ligeros para todo bien. 

Porque es una refección espiritual, un refresco y rocío del cielo, un soplo y aliento del Espíritu Santo y un afecto sobrenatural; el cual, de tal manera regla, esfuerza y transforma el corazón del hombre, que le pone nuevo gusto y aliento para las cosas espirituales, y nuevo disgusto y aborrecimiento de las sensuales. 

Lo cual nos muestra la experiencia de cada día, porque al tiempo que una persona espiritual sale de alguna profunda y devota oración, allí se le renuevan todos los buenos propósitos; allí son los favores y determinaciones de bien obrar; allí el deseo de agradar y amar a un Señor tan bueno y dulce como allí se le ha mostrado, y de padecer nuevos trabajos y asperezas, y aun derramar sangre por Él; y, finalmente, reverdece y se renueva toda la frescura de nuestra alma. 

Y si me preguntas por qué medios se alcanza ese poderoso y tan notable afecto de devoción, a esto responde el mismo santo doctor diciendo: que por la meditación y contemplación de las cosas divinas; porque de la profunda meditación y consideración de ellas redunda este afecto y sentimiento acá en la voluntad, que llamamos devoción, el cual nos incita y mueve a todo bien. 

Y por eso es tan alabado y encomendado este santo y religioso ejercicio de todos los santos; porque es medio para alcanzar la devoción, la cual, aunque no es más que una sola virtud, nos habilita y mueve a todas las otras virtudes, y es como un estímulo general para todas ellas. Y si quieres ver cómo esto es verdad, mira cuán abiertamente lo dice San Buenaventura (en De vita Christi) por estas palabras:

“Si quieres sufrir con paciencia las adversidades y miserias de esta vida, seas hombre de oración. 

Si quieres alcanzar virtud y fortaleza para vencer las tentaciones del enemigo, seas hombre de oración. 

Si quieres mortificar tu propia voluntad con todas sus aficiones y apetitos, seas hombre de oración. 

Si quieres conocer las astucias de Satanás, y defenderte de sus engaños, seas hombres de oración. 

Si quieres vivir alegremente y caminar con suavidad por el camino de la penitencia y del trabajo, seas hombre de oración. 

Si quieres ojear de tu ánima las moscas importunas de los vanos pensamientos y cuidados, seas hombre de oración. 

Si la quieres sustentar con la grosura de la devoción y traerla siempre llena de buenos pensamientos y deseos, seas hombre de oración. 

Si quieres fortalecer y confirmar tu corazón en el camino de Dios, seas hombre de oración. 

Finalmente, si quieres desarraigar de tu ánima todos los vicios y plantar en su lugar las virtudes, seas hombre de oración; porque en ella se recibe la unción y gracia del Espíritu Santo, la cual enseña todas las cosas. 

Y demás de esto, si quieres subir a la alteza de la contemplación y gozar de los dulces abrazos del Esposo, ejercítate en la oración, porque éste es el camino por donde sube el ánima a la contemplación y gusto de las cosas celestiales. 

Ves, pues, de cuánta virtud y poder sea la oración? Y para prueba de todo lo dicho (dejado aparte el testimonio de las Escrituras Divinas), esto basta agora por suficiente probanza que habemos oído y visto, y vemos cada día muchas personas simples, las cuales han alcanzado todas estas cosas susodichas y otras mayores mediante el ejercicio de la oración.”

Hasta aquí son palabras de San Buenaventura. Pues ¿qué tesoro, qué tienda se puede hallar más rica, ni más llena que ésta? Oye también lo que dice a este propósito otro muy religioso y santo Doctor', hablando de esta misma virtud: 

En la oración (dice él), se alimpia el ánima de los pecados, apaciéntase la caridad, certifícase la fe, fortalécese la esperanza, alégrase el espíritu, derrítense las entrañas, purifícase el corazón, descúbrese la verdad, véncese la tentación, huye la tristeza, renuévanse los sentidos, repárase la virtud enflaquecida, despídese la tibieza, consúmese el orín de los vicios, y en ella no faltan centellas vivas de deseos del cielo, entre los cuales arde la llama del divino amor. 

¡Grandes son las excelencias de la oración! ¡Grandes son sus privilegios! A ella están abiertos los Cielos. A ella se descubren los secretos, y a ella están siempre atentos los oídos de Dios. 

Esto basta ahora para que en alguna manera se vea el fruto de este santo ejercicio.


Tratado de oración y meditación.
Cap. II 1
San Pedro de Alcántara.

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA



San Pedro de Alcántara (Alcántara1499 - Arenas de San Pedro18 de octubre de 1562) fue fraile franciscano español. Su nombre real esJuan de Garavito y Vilela de Sanabria. Muere a la edad de 63 años. Fue beatificado por el papa Gregorio XV en 1622 y canonizado por Clemente IX en 1669.
Nació en el seno de una familia noble. Estudia leyes en la Universidad de Salamanca, abandona los estudios y toma los hábitos en 1515 en el convento de San Pedro de los Majarretes, cerca de Valencia de Alcántara, donde toma el nombre de Fray Pedro de Alcántara.
Fundó el convento más pequeño del mundo, "El Palancar", cerca dePedroso de Acim. Fue amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús. Llamado por Carlos V en su retiro de Yuste para ser su confesor, declinó el santo alcantarino dicha proposición. Conocido sobre todo por su penitencia, encandilaba a las masas con su oratoria. Redujo el "Libro de la oración y Meditación" de Fray Luis de Granada a su versión portátil y popular, el "Tratado de la oración y meditación".
Esta vida de contemplación no era obstáculo para estar en relaciones con muchas personas por vía epistolar e, incluso, para hacer largos viajes, generalmente a pie, especialmente por Extremadura y Portugal. Hay testimonios de una entrevista con Carlos V en Yuste. Por donde iba dejaba su rastro de santidad, caminaba descalzo, y se contaban los prodigios que ocurrían en torno a su persona como serían pasar el Tiétar sobre las aguas, el no mojarse en plena tormenta o el que la nieve formase una pequeña cavidad a su alrededor en el Puerto del Pico cuando regresaba de un viaje a Ávila.
En 1560 se encuentra con Santa Teresa en casa de Doña Guiomar de Ulloa y trata sobre la fundación del convento de Arenas, tras haber concluido antes las del convento de La Viciosa y del Rosario en términos de Oropesa. Pedro de Alcántara tranquiliza y asegura el espíritu de Teresa de Jesús, y entre ambos santos surge una profunda y sincera amistad: en adelante, él es el consejero fiel de la santa y quien la orienta y le da el impulso definitivo para iniciar la reforma del Carmelo con la fundación del convento de San José de Ávila; y fray Pedro abre su corazón a la Madre Teresa, que será su primer biógrafo, dedicándole tres capítulos de su Autobiografía.
Es probablemente con ocasión de este viaje, de paso para Ávila, cuando Pedro de Alcántara conoce en Arenas (actualmente Arenas de San Pedro) la ermita de San Andrés del Monte, a poco más de dos kilómetros de la villa. Levantada en el primer tercio del siglo XVI, era ésta una pequeña edificación de poco más de treinta metros cuadrados, de estilo gótico isabelino. La cofradía arenense de San Andrés se la ofrece para la fundación de un nuevo convento de su reforma. Cuentan las crónicas que tanto agradó al santo el lugar que exclamó: «Dios tiene grandes designios sobre este lugar».
De ahora en adelante Arenas y su comarca experimentarán las riquezas del apostolado y el ejemplo de la vida de fray Pedro, que fija su residencia en Arenas en la primavera de 1562.Viajaba, en un asnillo, a Ávila, Oropesa y al convento de Ntra. Sra. del Rosario, situado en las proximidades del actual pantano del Rosarito. Mientras se construía el pequeño convento, vivía en una casa que tenía la cofradía del mismo nombre en el pueblo y que después se convirtió en Enfermería.
Glorioso Tránsito
Ante el agravarse de su enfermedad, el 12 de octubre se hace llevar a Arenas, donde quiere recibir la muerte rodeado de sus hermanos. En el amanecer del 18 de octubre, alegre de verse ya de partida para la gloria, después de pedir perdón a su cuerpo por las asperezas y rigores con que le había tratado todo el tiempo de su vida, comenzó a rezar el salmo «miserere», quedándose absorto en la contemplación de la Trinidad y de la Virgen María. Vuelto en sí, y diciendo: «¡Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor!», entregaba su espíritu.
La noticia de su muerte se difundió inmediatamente por toda la comarca. Las gentes de Arenas y sus alrededores acudieron en masa a dar su último adiós a aquel de cuya compañía, amistad, favores espirituales y testimonio de vida habían gozado, y al que todos consideraban santo.
Se le entierra en la iglesia del convento llamado entonces de San Andrés del Monte. Con motivo de su beatificación, la villa lo declara patrón en 1622, e hizo voto de tener por día de fiesta perpetuamente el 19 de octubre de cada año.

miércoles, 14 de enero de 2015

MADRE



Latín.   Sub tuum praesidium
confugimus,
Sancta Dei Genitrix.
Nostras deprecationes ne despicias
in necessitatibus nostris,
sed a periculis cunctis
libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.


Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades, 
antes bien, líbranos de todo peligro, 
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!


martes, 13 de enero de 2015

CÓMO SE DEBE ADQUIRIR LA PAZ Y DEL CELO DE APROVECHAR

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1. Mucha paz tendríamos si en las dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen no quisiésemos meternos. ¿Cómo puede estar en paz mucho tiempo el que se entremete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz. 

2. ¿Cuál fue la causa por que muchos de los Santos fueron tan perfectos y contemplativos? Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno; y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse libremente en sí mismos: Nosotros nos ocupamos mucho con nuestras pasiones; y tenemos demasiado cuidado de lo transitorio. Y también pocas veces vencemos un vicio perfectamente, ni nos alentamos para aprovechar cada día, y por esto nos quedamos tibios y aun fríos. 

3.Si estuviésemos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo interior desocupados, entonces podríamos gustar las cosas divinas y experimentar algo de la contemplación celestial. El impedimento mayor y total es qué no somos libres de nuestras inclinaciones y deseos, ni trabajamos por entrar en el camino perfecto de los Santos. 

4.Y también cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy presto nos desalentamos y nos volvemos a las consolaciones humanas. Si nos esforzásemos más a pelear como fuertes varones, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el Cielo sobre nosotros. Porque dispuesto está a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia, y nos procura ocasiones de pelear para que alcancemos victoria. Si solamente en  las observancias de fuera ponemos el aprovechamiento de la vida religiosa, presto se nos acabara la devoción. Mas pongamos. la segur (el hacha) a la raíz, porque, libres de las pasiones, poseamos pacíficas nuestras almas. 

5. Si cada año desarraigásemos un vicio presto seríamos perfectos. Mas ahora, al contrario, muchas veces experimentamos que fuimos mejores y más puros en el principio de nuestra conversión que después de muchos años de profesos. Nuestro fervor y aprovechamiento cada día debe crecer; mas ahora ya nos parece mucho conservar alguna parte del primer fervor. Si al principio hiciésemos algún esfuerzo, podríamos después hacerlo todo con facilidad y gozo. 

6. Grave cosa es dejar la, costumbre; pero, más grave es ir contraria propia voluntad. Mas si no vences las cosas pequeñas y ligeras, ¿cómo vencerás las dificultosas? 
Resiste en los principios a tu inclinación, y deja la mala costumbre, porque no te lleve poco a poco a mayor dificultad. ¡Oh, si mirases cuánta paz a ti mismo, y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien, yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual!


Caítulo 11. Imitacion a Cristo
Tomás de Kempis

jueves, 8 de enero de 2015

DE LA OBEDIENCIA Y SUJECIÓN

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1. Gran cosa es estar en obediencia, vivir debajo de un superior y no tener voluntad propia. Mucho más seguro es estar en sujeción que en mando.

Muchos están en obediencia más por necesidad que por caridad; los cuales tienen trabajo y ligeramente murmuran, y nunca tendrán Libertad de ánimo si no se sujetan por Dios de todo corazón.

Anda de una parte a otra; no hallarás descanso sino en la humilde sujeción al superior. La imaginación y mudaría de lugar a muchos ha engañado.

2. Verdad es que cada uno se rige de buena gana por su propio parecer, y se inclina más a los que siguen su sentir. Mas si Dios está entre nosotros, necesario es que dejemos algunas veces nuestro parecer por el bien de la paz. ¿Quién es tan sabio que lo sepa todo enteramente?

Capitulo 8. Imitación a Cristo
Tomás de Kempis