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LA DOCTRINA DE LA VERDAD
1.
Bienaventurado aquel a quien la Verdad por sí misma enseña, no por figuras y
voces que se pasan, sino así como es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento
a menudo nos engañan y conocen poco. ¿Qué aprovecha la gran curiosidad de saber
cosas oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el día del
juicio reprendidos?
Gran
locura es que, dejadas las cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en
las curiosas y dañosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. ¿Qué se nos da
de los géneros y especies de los lógicos. Aquel a quien habla el Verbo Eterno,
de muchas opiniones se desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y
todas predican este Uno, y éste es el Principio que nos habla. Ninguno entiende
o juzga sin él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y las
trajere a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y
permanecer pacífico en Dios.
¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer
uno contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas;
en Ti está todo lo que quiero y deseo. Callen todos los doctores; callen las
criaturas en tu presencia: háblame Tú solo.
2.
Cuanto alguno fuere más unido contigo, y más sencillo en su corazón, tanto más
y mayores cosas entiende sin trabajo, porque de arriba recibe la luz de la
inteligencia.
El
espíritu puro, sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas
cosas, porque todo lo hace a honra de Dios; y esfuérzase en estar desocupado en
sí de toda curiosidad.
¿Quién
más te impide y molesta que la afición de tu corazón no mortificada? El hombre
bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer de fuera.
Y ellas no le llevan a deseos de inclinación viciosa; mas él las trae al
albedrío de la recta razón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a
vencerse a sí mismo Y esto debería ser nuestro negocio: querer vencerse a sí
mismo, y cada día hacerse más fuerte y aprovechar en mejorarse.
3.
Toda la perfección de esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda
nuestra especulación no carece de alguna oscuridad El humilde conocimiento de
ti mismo es más cierto camino para Dios que escudriñar la profundidad de la
ciencia.
No
es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí
considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la
buena conciencia y la vida virtuosa. Pero porque muchos estudian más para,
saber que para bien vivir, por eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto
hacen.
4.
Si tanta, diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes
como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo,
ni habría tanta. disolución en los monasterios.
Ciertamente,
en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán
bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos. Dime: ¿dónde están ahora todos
aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y florecían en los
estudios? Ya poseen otros sus rentas, y por ventura no hay quien de ellos se
acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay de ellos memoria.
5.
¡Oh, cuán presto se pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida
concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído bien. ¡Cuántos
perecen en este siglo por su vana ciencia, que cuidan poco del servicio de
Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, por eso se hacen vanos en
sus pensamientos.
Verdaderamente
es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene
por pequeño y tiene en nada la más encumbrada honra. Verdaderamente es prudente
el que todo lo terreno tiene por estiércol para ganar a Cristo. Y
verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
Tomás de Kempis
Imitación a Cristo. Cap.3